Primero tienes que llamar la atención de Pablo. Emites unos gruñidos apagados hasta que consigues qe te mire, y entonces sacudes la cabeza indicancole que se acerque. Pero no te comprende. Se limita a reír y dice:

-Ya sé que esas mordazas no son muy cómodas, pero tendréis que iros acostumbrando a ellas.

Vuelves a sacudir la cabeza y a hacer ruidos con la garganta, hasta que por fin Pablo pregunta:

-¿Tienes algo que decir?

Asientes desesperadamente.

Mete la mano en el bolsillo y saca una pistola. Muy bien -dice-. Dime lo que sea pero no hagas tonterías.

Sientes el frío metal de la pistola contra tu caeza mientra él afloja la mordaza y te quita la toalla de la boca.

-¿Vais a matarnos? -le sueltas de repente.

La mitad de su boca se contrae en una mueca:

-Eso está por verse, chico.

-¿Por qué no nos secuestráis? -sugieres.

-Soy un pirata, no un secuestrador -responde después de escupir en el suelo.

-Nuestros padres son muy ricos y pagarían un rescate enorme -insistes, sin atreverte a mirar la reacció de tus amigos ante la escandalosa mentira.

-Tengo que pensarlo -dice-. Dadme vuestros nombres y números de teléfono.

Gabaratea la información en la palma de su mano y después vuelve a colocarte la mordaza.

No estás seguro de que Pablo vaya a llamar a vuestros padres. Atada bajo la cubierta, pierdes la noción del tiempo. Gómez regresa y se va de nuevo. Pablo os da, de vez en cuando, bocadillos de mantequilla de cacahuete, pero no os deja hablar.

Una noche, el estruendo de un megáfono interrumpe tu tranquilo sueño:

-Repito, aquí la Guardia Costera de los Estados Unidos -escuchas-. Están rodeados; no enciendan el motor o disparamos.

De repende, oyes el ruido del motor, y seguidamente, unos disparos que suenan peligrodamente cercanos. Por fin oyes que el motor se detiene, se interrumpe el tiroteo y todo queda tranquilo y silencioso. Contienes la respiración sin saber qué va a suceder.

Alguien está bajando las escaleras y está demasiado oscuro para distinguir quién es. Entrecierras los ojos tratando de ver algo. Entonces la luz de una linterna recorre la habitación y reconocéis el uniforme de los guardacostas. Antes incluso de que os quiten las mordazas, Toni, Silvia y tú empezáis a gritar de alegría.

 

FIN

 

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